Por Adriana Meyer
Ya no acudirán al llamado de la chicharra que suena cuando hay sesión en el Congreso. Algunos diputados que pasaron varios años en la Cámara baja y tuvieron protagonismo en las polémicas y debates más encendidos, a partir del 10 de diciembre abandonan su despacho y el recinto. Por qué y cómo se van, sus recuerdos memorables, los momentos más traumáticos y qué asuntos pendientes van a poder encarar la radical Margarita Stolbizer, el peronista independiente Gerardo Conte Grand, los socialistas Héctor Polino y Jorge Rivas, y los legisladores de izquierda Patricia Walsh y Mario Cafiero. Además, ya no pedirán la palabra, al menos en el Parlamento, Alberto Natale, Luis Zamora, Alberto Piccinini, Leopoldo Moreau, Horacio Pernasetti, Aldo Neri, Silvina Leonelli, Jorge Casanovas, Carlos Brown, Saúl Ubaldini, Irma Roy, Humberto Roggero, y quien supo ser kirchnerista de la primera hora, Ricardo Falú.
“Podría haber sido senadora, pero me pusieron a (Luis) Brandoni, y a cambio, me ofrecieron encabezar la lista para diputados. No acepté no sólo por no prestarme al canje sino porque más de ocho años en una misma banca no es bueno. Ya llevo dos períodos, y creo que hay que mostrar gestos cuando uno habla de renovación, incluso para no frenar las aspiraciones de otros”, explicó la radical Margarita Rosa Stolbizer a Página/12. Uno de los momentos de mayor “bronca y rabia” en su paso por la Cámara de Diputados lo vivió cuando se produjo la derogación de la Ley de Subversión Económica. “Era presidenta de la comisión de Legislación Penal y esa ley fue una concesión al FMI, es como conceder soberanía. Además, había trabajado mucho, todas las opiniones académicas eran contrarias porque implicaba permitir el vaciamiento de empresas que dejan trabajadores en la calle”, describió la diputada, de profesión abogada y nacida en Morón. Dentro de los buenos e “importantes” momentos incluyó la derogación y la declaración de nulidad de las leyes de obediencia debida y de punto final. Stolbizer piensa dedicarse a estudiar inglés y relaciones internacionales, para profundizar sobre la Corte Penal Internacional. “Y por supuesto seguiré militando en el radicalismo para construir una nueva alternativa”, agregó.
El diputado Gerardo Conte Grand afirmó llevar un modo de vida equilibrado. “La actividad política nunca fue incompatible con lo personal y la familia.” Recuerda que tenía menos tiempo cuando era viceministro, pero como norma no le gusta la trasnoche y no usa teléfono celular. “Soy de Racing voy a la cancha con mi hijo más chico, pero la gran cosa pendiente que tengo es leer más y escribir”, comentó a este diario. Conte Grand es uno de los que vuelven al llano, y su proyecto es hacer un libro sobre el peronismo, “como un balance de los aportes del justicialismo fundacional desde la lucha durante la proscripción hasta la gestión democrática, con una mirada negativa sobre el menemismo por su traición a los valores justicialistas”. El diputado afirmó tener “más coincidencia” con el kirchnerismo, pero es crítico en cuanto a la calidad institucional y la transparencia. “Soy un peronista republicano, especie poco frecuente, lo cual me pone en tensión con muchos peronistas que la conciben como fuerza hegemónica”, definió. “Me voy porque para ser parte había que decir amén sin exponer diferencias, como un soldado, y no soy soldado de nadie”, explicó sobre su alejamiento de la política. Sus mejores recuerdos tienen que ver con el proceso de juicio político a la Corte Suprema, y lamentó que quede pendiente el proyecto de reducción de miembros para el Máximo Tribunal. Sus mayores sinsabores tuvieron que ver con “la carencia de protagonismo del Congreso porque en lugar de ser el ámbito de pluralidad política por excelencia se transformó en una escribanía que protocolizó todo lo que indicaba el Poder Ejecutivo”.
Patricia Walsh, diputada de Izquierda Unida, se postuló en estas elecciones, pero no alcanzó los votos suficientes y perdió la banca. “Lo lamento profundamente y me hago responsable hasta donde lo soy, pero de donde no me voy es del compromiso y la militancia por la unidad que nos faltó”, expresó. Según ella, un momento “absolutamente extraordinario” fue en agosto de 2003 cuando se logró la nulidad de las leyes de impunidad, por las que venía bregando en soledad. En cuanto a los momentos difíciles, comentó que fueron “muchos”, pero el que más recuerda fue el 5 de enero de 2002, cuando se aprobó la devaluación y la Ley de Emergencia Económica. “Fue un horrible regalo de Reyes”, recordó que dijo en ese momento en el recinto, porque implicaba la pérdida del salario. “Siempre supe qué estaba haciendo aquí, pero llegué a tener vergüenza cuando se tomaban las decisiones más importantes y había poquísimos diputados en sus bancas”, comentó. Según Walsh, otro “muy mal momento” fue la aprobación de la legislación antiterrorista “que ocurrió durante esta administración y modificó el derecho de asilo y el derecho de refugio político”.
Mario Cafiero, diputado de Soberanía Popular, es ingeniero industrial y vuelve a eso, además de continuar con su militancia en Unite, la alianza que hizo con el MST. Piensa que va a tener más tiempo para la familia y para leer. “La actividad parlamentaria embrutece, voy a poder leer cosas importantes y no intrascendentes como la cantidad de proyectos que había que analizar”, confesó este legislador que supo ser funcionario en la provincia de Buenos Aires, pero ahora prefirió a los trotskistas como compañeros de ruta. “Perdí la banca porque no iba por mi reelección, y como senador no tenía ninguna posibilidad de entrar. Quería demostrar que la construcción política se puede hacer sin buscar un cargo, y los gestos de renunciamiento son necesarios”, explicó. Cafiero se lamentó de lo “cerrados” que fueron los medios y de la degradación parlamentaria. Sus “momentos ingratos” fueron el otorgamiento de los “superpoderes” a Domingo Cavallo y Néstor Kirchner, las compensaciones a los bancos y el canje de deuda elaborado por Roberto Lavagna. En cuanto a los “momentos importantes”, recordó el informe sobre lavado de dinero y sobre el vaciamiento de los bancos, además de la nulidad de la obediencia debida y el punto final. “Por lo general el Congreso funcionó como una escribanía, así que la tarea parlamentaria deja un sabor amargo, pero la tarea política no porque pude construir mi propio camino político. En un Parlamento que no funciona, ¿quién puede sentirse satisfecho con sus proyectos?”, evaluó Cafiero.
El socialista Héctor Polino aspiraba a seguir legislando, aunque ya hace 12 años que lo hace. “Me voy por el fraude y la compra de votos que existió en la elección interna del Partido Socialista”, se quejó. Aunque aseguró que todavía no pensó en “el día después”, anticipó que se dedicará a fortalecer la entidad Consumidores Libres, a publicar un libro sobre su paso por el Congreso y a cultivar las relaciones con la familia y con los amigos. Polino está orgulloso de la aprobación de algunos de sus proyectos: la Ley 25.782 de cajas de crédito cooperativas, la introducción del artículo 190 en la Ley de Concursos y Quiebras que benefició a los trabajadores de las fábricas recuperadas, la modificación del Código Civil para limitar la responsabilidad de los garantes de los contratos de locación, la modificación del artículo 45 de la Ley de Radiodifusión (que el Senado tumbó parcialmente), y la sanción de la ley de banco en riesgo crediticio (Veraz). Como integrante de la Comisión de Juicio Político consideró un logro la acusación contra la Corte. En cuanto a los momentos “traumáticos y desagradables”, recordó cuando la Cámara aprobó la Ley de Flexibilización Laboral en el gobierno de la Alianza y cuando se le entregaron “superpoderes” a los gobiernos de Carlos Menem y de Fernando de la Rúa.
El abogado Jorge Rivas ingresó a la Cámara baja cuando tenía 35 años. Ahora que no tendrá que acudir a comisiones y sesiones piensa completar alguna maestría o posgrado, y dedicarse más a la familia. “Mi voluntad era seguir, pero no nos votaron, y perdí la banca”, dijo resignado. Recuerda como importante cuando le tocó llevar adelante la acusación contra el diputado electo Domingo Bussi, y se pudo impedir que el represor se integrara al Congreso. También destacó la nulidad de las leyes de impunidad, y un proyecto de su autoría que aún no se convirtió en ley: la reglamentación de los decretos de necesidad y urgencia. Otras iniciativas que lamenta hayan quedado pendientes son la Ley de Acceso a la Información, la incorporación al Código Penal de los delitos de guerra y de lesa humanidad, el proyecto de impuesto a las ganancias extraordinarias para las empresas privatizadas, y el seguro nacional de empleo. Como hecho positivo destacó haberse ido de la Alianza en octubre de 2000, junto a Alfredo Bravo y Héctor Polino. “Y un momento terrible fue la crisis de 2001-2002 cuando en una semana nos pasamos eligiendo presidentes, y reinaba un clima de reproche social. Por el solo hecho de ser diputado, sin discriminación, a Alfredo Bravo y a mí nos putearon en una esquina”, recordó Rivas.
La despedida a las bancas de los que no renovaron
La despedida a las bancas de los que no renovaron Stolbizer, Conte Grand, Polino, Rivas, Cafiero y Walsh deberán dejar sus bancas luego de no obtener los votos necesarios en las elecciones pasadas. Un balance de su pasaje por el Congreso y sus proyectos futuros.