Es tal la dinámica de incongruencias en la República Argentina que entre tanto desastre educativo, social, cultural y en materia de seguridad, que algunos datos económicos van quedando de lado. El desastre económico es uno de los desafíos más profundos que tiene nuestro país y eso se vio claramente reflejado en la última foto que hemos revelado: en marzo la inflación fue la más alta de la que se pueda tener registro en estos primeros dieciséis meses de gobierno de Alberto Fernández.
En números, el incremento de precios del tercer mes del año fue del 4,8 por ciento. Cuando uno mira hacia atrás la sensación empeora: la inflación acumulada durante los últimos 12 meses fue del 42,6 por ciento. Si en cambio se nos ocurre girar nuestra mirada hacia adelante, la situación es aún peor: la proyección con estos valores es de 75,5% de inflación para los próximos doce meses.
En relación al comportamiento de los precios desde que ha comenzado el año, lejos está de convertirse éste en un dato alentador: en los primeros tres meses del año la inflación acumulada ha sido de 13 por ciento. Solo como referencia, no se observaba esta dinámica en los precios desde aquellos años donde la hiperinflación era parte de nuestras vidas. El registro más cercano a estos valores nos remonta al primer trimestre de 1991, la previa exacta al nacimiento de la Ley de Convertibilidad que le pondría fin a años de destrucción de nuestra moneda.
Más allá de los números y el pequeño revisionismo histórico (el cual de por si preocupa y mucho) hay que tener en cuenta algo relevante: solo para ponerlo en perspectiva, nuestros temerosos números del mes de marzo equivalen a cinco veces la inflación que sufrió Brasil durante el mismo mes, a seis veces la que impactó en Uruguay y a doce veces la que se registró en Chile. La magnitud del desastre también se percibe fuertemente cuando la mirada se concentra en los jubilados: solo en lo que va del año han perdido el 5% de su poder adquisitivo.
También el dato del incremento de precios ha dejado algunas curiosidades. El rubro que más aumento registró fue educativo (que lo hizo un 28,5%), una ironía en un país donde por estas horas se están apagando nuevamente las aulas. La ropa y los alimentos también fueron la estrella, dos rubros que preocupan al Gobierno ya que son aquellos donde la gente de menos recursos gasta todos sus ingresos, por lo que les afecta de manera directa.
Por desgracia el Gobierno está convencido que de este pozo se sale solo si seguimos cavando
Martín Guzmán tiene una meta autoimpuesta que aún hoy promete cumplir. Ese 29% de inflación (que plasmó incluso en el presupuesto nacional) para todo el 2021, valor que sólo se logrará si los precios se incrementan a partir de este mes (y hasta fin de año) en apenas 1,5% mensual. Veremos en tal caso cuando el Ministro de Economía reconoce que la batalla se ha perdido, tal vez porque hemos equivocado el enemigo o tal vez incluso porque nuestras armas de guerra pertenecen a otro siglo.
Es interesante repasar el listado de medidas antiinflacionarias que ha tomado el Gobierno casi como un conjunto de dogmas:
– Control en las exportaciones y precios de la carne, cuando probamos esta receta hace más de una década atrás, perdimos 10 millones de cabezas de ganado
– Precios máximos y precios cuidados, que solo se respeta en las grandes cadenas que solo concentran el 30% de las compras de la gente y a las que no acceden los que menos recursos tienen
– El mercado de frutas y verduras barriales, una especie de cubanización de mercado de productos frescos
– La Ley de góndolas, complicando la vida de todos y presionando sobre los precios por los costos adicionales que esta ley se trae entre líneas
– La Ley de abastecimiento, creyendo que las empresas no producen más porque les encanta perder dinero teniendo máquinas paradas, sin siquiera pensar en el trasfondo del problema
– Atraso en el valor del dólar, ese dólar que sólo lo consigue el propio Gobierno cuando se lo saca a los exportadores a precios irrisorios.
El cóctel inflacionario se suma a una economía que no funciona y esta, a un país que tampoco lo hace. A los abuelos los dejaron sin vacunas, a los padres sin trabajo y a los hijos sin educación
Por supuesto que la lista de medidas incongruentes es interminable, pero lo cierto es que cada una de ellas no solo no frena el monstruo inflacionario sino que más tarde o más temprano, lo va a terminar haciendo crecer. Por desgracia el Gobierno está convencido que de este pozo se sale solo si seguimos cavando.
El cóctel inflacionario se suma a una economía que no funciona y esta, a un país que tampoco lo hace. A los abuelos los dejaron sin vacunas, a los padres sin trabajo y a los hijos sin educación. En estas circunstancias, no podemos pretender que la lucha contra la inflación se vista de responsable y seria y menos aún que se hagan las reformas que se necesitan desde que sufrimos el flagelo inflacionario, que en esta nueva etapa ya lleva casi dos décadas de vida haciendo cada día, una Argentina más pobre.