Pero la caída de las reservas se aceleró y el Ministro de Economía no llegó a brindar “tranquilidad” sobre el devenir económico a través del Proyecto de Presupuesto 2021. En paralelo a la presentación de la Ley de leyes, el BCRA y AFIP anunciaban medidas de endurecimiento del cepo cambiario.
Pese a que durante la segunda quincena de septiembre la compra de dólar solidario estuvo bloqueada por problemas operativos, la pérdida de reservas brutas y netas continuó (ver cuadro a continuación). Se logró bajar la venta neta de divisas a cifras similares a las registradas en la segunda mitad de agosto 2020 (USD 54 M por día hábil), pero a un costo muy elevado: se reavivó el retiro de depósitos privados en USD de los bancos (cayeron más de USD 1.200 M); aumento de 20 puntos porcentuales la brecha cambiaria y el Riesgo País trepó casi 200 puntos básicos.
Tratando de revertir la dinámica perversa de septiembre, el Ministro de Economía anunció el 1 de octubre un paquete de medidas que, si bien no fue de la magnitud esperada, implica un cambio en la dirección correcta: dejar de restringir la demanda y apuntalar la oferta. Las principales medidas que anunció Martín Guzmán fueron: baja transitoria y acotada de las retenciones al complejo sojero y la licitación por parte del Tesoro de títulos en pesos atados al tipo de cambio oficial.
A esto se sumó cambios en la orientación de la política monetaria/cambiaria del BCRA: desarrollar instrumentos de inversión/ahorro con rendimientos positivos frente a la inflación pero también al tipo de Cambio oficial (esto último es la novedad); y otorgarle volatilidad al deslizamiento del tipo de cambio oficial, abandonando el mecanismo uniforme de depreciación.
El cambio de enfoque del Central vino acompañado de las siguientes medidas: suba de 5 p.p. de la tasa de Pases (la tasa a 1 día sube de 19% a 24%); un mayor ritmo de deslizamiento del dólar oficial; y libre acceso al mercado cambiario a las nuevas inversiones extranjeras (IED) a partir del año de realizadas.
Si este nuevo approach se hubiese implementado a principios de septiembre, su impacto y credibilidad hubiesen sido significativos. No sabemos a ciencia cierta si el paquete anunciado hubiese alcanzado para calmar el mercado cambiario, pero tras los sucesivos traspiés ocurridos podemos afirmar que hoy se quedan cortas: llegan un mes tarde y el timing es clave en la política económica.
La dinámica de la crisis cambiaria se exacerbó en las últimas semanas por lo que para revertir la desconfianza se necesitan cambios más contundentes. No sólo en la dosis de las medidas implementadas (la reducción de sólo 3 p.p. de las retenciones al complejo sojero sólo alentará ventas/exportaciones en octubre de aquellos que necesitaban liquidez antes de fin de año), sino también en términos de expectativas: se necesita un plan económico consistente que trace una hoja de ruta sobre cómo se resolverá el desequilibrio fiscal/monetario que generó la pandemia.
Respecto de esto último, es tiempo de unificar la conducción para eliminar la incertidumbre adicional que generan dos o más visiones dentro del propio equipo económico y, si es posible, recuperar la vocación política de consensuar/dialogar para salir de un momento tan crítico.
El alarmante nivel las reservas netas/líquidas y de brecha cambiaria, nos muestra que la cuenta regresiva está en marcha: al Ejecutivo le quedan pocas jugadas (salto cambiario controlado y/o desdoblamiento formal) para cambiar el curso de los acontecimientos. Caso contrario, la fuerte devaluación que el gobierno trata de evitar a toda costa, terminará imponiéndose.
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