Por Victoria Ginzberg
Inés Ortega inició su trabajo de parto el 12 de marzo de 1977 en una celda de la comisaría 5ª de La Plata. Los guardias la guiaron a la cocina de la dependencia policial, que funcionaba como centro clandestino de detención, y la pusieron sobre una mesa. Estaba tabicada y atada de manos. Así nació Leonardo. El bebé estuvo con su madre poco tiempo. Se lo llevaron con la excusa de que “El Coronel” quería conocerlo y no volvieron a reunirlo con su mamá, que sigue desaparecida. Leonardo creció con otro nombre y otra familia, pero el año pasado se acercó a Abuelas de Plaza de Mayo porque sospechaba que era hijo de desaparecidos. El 11 de agosto pasado, el Banco Nacional de Datos Genéticos confirmó su identidad. “Es lo inexorable de la historia, la verdad asoma más temprano que tarde”, señaló Abuelas de Plaza de Mayo en un comunicado.
Leonardo –que ahora tiene otro nombre– entró a la oficina de Abuelas de Plaza de Mayo de La Plata en marzo del año pasado. “Llegó, como muchos chicos, preguntando, porque tenía dudas. Dijo que sabía que era adoptado y que quería saber cómo trabajaba Abuelas. Unas semanas después volvió y le ofrecimos que se presentara ante la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi)”, señaló María Ester Alonso Morales, abogada de la institución.
Según informó Abuelas, el joven –el caso número 81 resuelto por la institución– fue anotado como hijo propio por un matrimonio sin vinculación con las Fuerzas Armadas o de Seguridad. En noviembre del año pasado, Leonardo se sometió a los análisis de sangre que hace un mes confirmaron que es el hijo de Inés Ortega y Rubén Fosatti.
Inés tenía 16 años cuando la secuestraron. Era obrera textil, estudiante secundaria y militante de la UES en La Plata, donde nació. Rubén, de 22 años, era obrero metalúrgico y estudiante del profesorado de Historia en la Universidad de La Plata. Ambos estuvieron secuestrados en la comisaría quinta de esa ciudad.
“Yo llegué a la comisaría el 12 de febrero de 1977 y ahí la conocí a Inés. En ese lugar había cinco calabozos chicos que daban a un pasillo ancho que se comunicaba con el patio. Durante el día los calabozos estaban abiertos y podíamos estar en el pasillo. Inés estaba en el último calabozo. Ahí, en el piso, tuvo el trabajo de parto, que duró cerca de doce horas”, narró a Página/12 Adriana Calvo. “Con otra compañera –continuó la mujer, que también estuvo embarazada durante su cautiverio– le dábamos consejos y le enseñábamos respiración abdominal. Nos turnábamos para golpear la chapa para que el cabo de guardia traiga al médico.”
Y el médico llegó. Se escuchó el ruido de los autos de la patota y todas las detenidas fueron encerradas en sus celdas. A Inés la sacaron del calabozo y la llevaron a la cocina. Sus compañeras sintieron los gritos del ginecólogo, las risas de los guardias y, finalmente, el llanto de un bebé. Calvo reconoció al médico por la voz, era Jorge Antonio Bergés, el mismo que unos días antes había ido a la comisaría a hacerles a ella y a Inés una “revisación ginecológica”.
Después del parto, Inés fue recluida en una celda aislada. Estuvo allí uno o dos días hasta que uno de los guardias le dijo que “El Coronel” quería ver al niño. “No te preocupes se lo vamos a llevar a tu mamá.” Inés nunca supo que su hijo nunca se reunió con su familia: confió en lo que le dijeron los represores, sobre todo porque uno de ellos –Luis Patrault, a quien le decían El Tío– conocía a su madre y a su hermana, que vivían muy cerca de la comisaría.
Inés y Rubén siguen desaparecidos. Las familias Fosatti y Ortega buscaron, junto a Abuelas de Plaza de Mayo, a su hijo durante más de 25 años. Finalmente, fue el mismo joven quien recorrió el camino que lo unió con su familia biológica.
“El 11 de agosto de 2005 el informe del Banco Nacional de Datos Genéticos confirmó que el joven que se acercó en marzo de 2004 a las oficinas de Abuelas de La Plata es el hijo de Inés Ortega y Rubén Fosatti. Comienza para él el camino del encuentro de su identidad e historia personal y con los familiares que lo buscaron”, señaló Abuelas en el comunicado de prensa.
“Es un chico encantador y obviamente está muy conmovido e interesado en conocer su historia. Está conociendo a su familia de a poco y, además, hay un grupo muy grande del Colegio Nacional de La Plata, donde estudió su papá, al que le decían La Chacha Fosatti, que lo quiere conocer”, contó a este diario Alonso Morales.
“Encontramos otro nieto. Otro nieto nos encontró”, resumieron las Abuelas.
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